Gastrodiplomacy

En tiempos tan adversos como los que nos toca enfrentar, una disputa entre el ceviche peruano, el choripán argentino y la tlayuda mexicana elevó los ánimos, encendió pasiones y por un breve instante, nos parecieron etéreas las preocupaciones cotidianas.

Al margen del extraordinario abanico culinario presentado en Street food Latinoamérica, debemos resaltar la importante ola de entusiasmo que invadió las redes sociales con el flujo de memes y hashtags que resaltan la victoria de la tlayuda, sobre el ceviche y el choripán.

Y, a propósito de esta epopéyica contienda, me parece importante compartir acerca de la función de la gastronomía como herramienta de la diplomacia, que aprovecha las emociones que genera la comida para lograr objetivos mucho más grandes; a través de la gastrodiplomacy.

Cuando tanto añorábamos estar reunidos alrededor de una mesa para compartir el pan, la sal y una sabrosa charla, reiteramos que lo que disfrutamos más de la comida es ese despliegue de emociones que se despiertan al compás de los sentidos. El detonante de nuestro placer lo genera ese clic entre nuestra mente y nuestro corazón. En la evocación de experiencias es que la grastrodiplomacy puede fungir como catalizador del intercambio cultural y del acercamiento entre las naciones, aprovechando la gastronomía como herramienta para promover avances en temas de la agenda internacional o como una alternativa de entendimiento pacífico ante un sistema internacional cada vez más complejo.

En tiempos en que la realidad internacional nos rebasa y las situaciones cotidianas de la vida nacional nos desgastan, encontrar nuevas formas de entender las relaciones y la convivencia internacionales constituye una bocanada de aire fresco.

Desde una visión constructivista, se logra vincular una acción de la vida cotidiana, como lo es el acto de alimentarse y de preparar los alimentos, con las relaciones internacionales, esto con la intención de que los temas internacionales se aborden desde nuevas aproximaciones.

El uso de la comida tradicional para proyectar una determinada imagen nacional en el exterior se está consolidando como una eficaz forma de diplomacia cultural con la que los países tratan de posicionar su imagen e influencia en sociedades extranjeras (con la creación de iniciativas como las marcas país).

Si bien la tradición e importancia del uso de la gastronomía con fines diplomáticos están bien arraigadas en la historia de las relaciones internacionales, en los últimos años la práctica, la expansión y diversificación del concepto, se ha fortalecido y popularizado. De ahí el éxito de las campañas emprendidas por diversos países para promocionar sus respectivas gastronomías en el exterior y que hayan proliferado con gran importancia los estudios en el campo de la diplomacia culinaria, un terreno que aún tiene mucho por descubrir.

En este contexto, la diplomacia culinaria es el uso de la comida tradicional como medio para fortalecer el entendimiento intercultural y mejorar la cooperación internacional. Y la gastrodiplomacy es parte de la diplomacia cultural, del soft power, cuyo objetivo es ejercer influencia en otros países de manera indirecta, para conseguir, persuadir e incidir en ellos sin necesidad de recurrir al uso de la fuerza, la coacción o el condicionamiento económico; empleando la comida tradicional como sútil vehículo para introducirse en sociedades extranjeras y generar en ellas un mayor entendimiento de la cultura y gastronomía nacionales y, por ende, del país en su conjunto.

De ahí la importancia de la victoria de la tlayuda, pues a la luz de la gastrodiplomacy, la comida es una manifestación cultural tangible fuera de las fronteras nacionales que promueve su promoción y popularidad en el exterior.

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